En los últimos años la palabra “propósito” se puso de moda. Está en posteos, cursos, reels, agendas, posters motivacionales. Y en buena hora: para mí es clave para construir un mensaje y una comunicación que tengan sentido y autenticidad. Eso es lo que hace que conectes con las personas, que tus ideas impacten y que tu servicio tenga un por qué.
El tema es que, si el propósito se queda solo en una frase linda, no alcanza. Ahí es donde a mí me empieza a hacer ruido. Porque veo a muchas emprendedoras que “tienen propósito”, pero siguen igual de perdidas a la hora de decidir qué vender, a quién hablarle o cómo organizar su negocio.
Y obvio, cuando veo tanto hablar de propósito también me pregunto: “Bueno, ¿y mi diferencial cuál es?”.
Mi diferencial está en cómo cornos lo llevo a la práctica, mi amore.
Yo no trabajo el propósito como frase de póster. Te voy a hacer preguntas incómodas: cruzo el propósito con tu modelo de negocio, tus precios, tus límites y tu oferta. Y si lo que sale no cierra con tu vida real, te lo voy a decir. Para mí el propósito no es un póster motivacional, es la base de decisiones: qué vendés, a quién y qué ya no va más.
Tampoco me quedo solo en la energía linda y las buenas vibras. Hace años que trabajo en diseño gráfico, diseño UX, diseño institucional, branding, y además soy coach ontológica. Miro el negocio en 360°. Traduzco lo emocional en decisiones estratégicas y visuales. No me quedo en el “qué lindo tu propósito”: te acompaño a que se vea en tu oferta, tu mensaje y, después, en tu branding y en tu web.
Y acá casi nadie se mete: yo te voy a preguntar cuánto querés ganar, cuánto podés sostener y cuál es tu capacidad real de trabajo. Cuáles son tus horarios, si eso cierra con tu energía y con tu contexto. Porque, para mí, propósito sin plan y sin números es fantasía. Hermosa, pero fantasía.
Y por último: yo no soy coach de glitter. No te voy a decir que todo está bien porque sí. No es que sea dura y fría: soy la que te abraza y, al mismo tiempo, te dice: “Mirá, esto así no va a funcionar, ¿qué decidimos?”.
No vengo a decorarte el negocio: vengo a ayudarte a tomar decisiones que te cuesten menos energía y te traigan más coherencia y más plata.
3 formas de bajar tu propósito a la práctica
Para que tu propósito no se quede colgado en la pared, sino que empiece a vivir en tu negocio, necesitás llevarlo a decisiones concretas. Acá te dejo tres puntos clave para empezar:
1. Conectalo con tu modelo de negocio
No alcanza con saber “por qué hacés lo que hacés”. Preguntate:
¿Qué vas a vender exactamente?
¿Para quién?
¿Qué cosas de lo que hoy ofrecés ya no tienen sentido con ese propósito?
Cuando el propósito se cruza con tu oferta, empezás a ordenar y a soltar lo que ya no va.
2. Ponéle números y bordes
Tu propósito también tiene que conversar con tu realidad:
¿Cuánto querés ganar?
¿Cuánto podés y querés trabajar de verdad?
¿Cuáles son tus límites de energía, tiempo y disponibilidad?
Un negocio con propósito, pero sin bordes claros, se vuelve una fuente de frustración. Necesitás que lo que soñás se pueda sostener en tu día a día.
3. Traducilo en mensaje, oferta y después branding
Primero viene la claridad interna, después el resto. Preguntate:
¿Qué mensaje central querés repetir hasta el cansancio?
¿Qué transformación concreta le ofrecés a tu cliente ideal?
¿Cómo se refleja eso en tus servicios y en tu forma de comunicar?
Recién cuando esto está más claro, tiene sentido pasar a la identidad visual, la web y todo lo demás. Así tu branding no es solo “lindo”, sino coherente con lo que sos y lo que decidiste.
Si querés dejar de tener tu propósito solo en un póster
Si sentís que tu propósito hoy está más en una frase inspiradora que en las decisiones reales de tu negocio, en mis mentorías trabajamos justamente esto: propósito, modelo de negocio, mensaje y plan, para que lo que hacés tenga coherencia con lo que querés.
Podés escribirme desde el globito de WhatsApp (abajo a la derecha) o mandarme un mensaje por Instagram para que veamos juntas cuál es el mejor próximo paso para vos.